Divertido Video de Masajes…
Domingo, Febrero 6th, 2011DESVELAMOS LA REALIDAD SOBRE EL MITO DEL “HAPPY ENDING”
Hemos subtitulado el vídeo para que no os perdáis el feliz final mientras miráis el diccionario.
Thaidreams.es |
Viviendo en el paraiso |
Hemos subtitulado el vídeo para que no os perdáis el feliz final mientras miráis el diccionario.
Mi experiencia en barberías en Tailandia ha sido siempre muy agradable. Antes había una pequeña barbería muy cerca de mi antiguo apartamento, en una calle sacada del siglo XIX, un oasis en medio del caos de Bangkok, la regentaba una simpática tailandesa, y no había más personal. Para mí era un remanso de paz, la frecuentaba varias veces a la semana.
Durante los 15 minutos que duraba el afeitado (y en ocasiones los 30 de espera a modo de preliminares) desconectaba del trabajo, de los problemas, y me relajaba en esos pensamientos y recuerdos que nuestro día a día occidental no deja tiempo para recordar. Hacer esto mientras se tiene una hoja de afeitar afilada entorno a tu cuello, no dejaba de ser un aliciente más, una entrega total de cuerpo y alma, lo uno a la simpática Mod, y lo otro al recuerdo y e incluso al descanso total dejando la mente en blanco…
Finalizado el afeitado, y como complemento perfecto a la tensión generada por la afilada navaja que había recorrido mi cara y mi cuello durante unos largos minutos, venía lo mejor, un corto pero placentero masaje de espalda, cuello y brazos, cortesía de las barberías en Tailandia que, en el caso de mi barbera, y animada por mi cara de satisfacción, convertía esos minutos posteriores al afeitado en un arte, en un relajante ritual, similar al de fumarse un cigarrillo después de una larga noche de sexo.
El corte de pelo no desmerecía tampoco en absoluto, e incluso llevaba el ritual a una nueva dimensión. El ritual de corte(jo) empezaba normal, preciso, pausado, relajado, dejándome absorto en la calma, tal vez con cara de tonto (lo siento, no lo puedo corroborar). Nada presagiaba los siguientes pasos, los siguientes placeres accesibles solo a unos pocos elegidos que vivimos en esta parte del Mundo…
Al corte de pelo siguió una pregunta sutil, pero lo suficientemente cargada como para volar el edificio, “¿Xampú?” (¿te lavo la cabeza?) . Permanecí indeciso unos momentos, no sabía que decir, en unos segundos, que me parecieron eternos, analicé la pregunta y las consecuencias de mi decisión en uno y otro sentido, estaba en un dilema casi existencial, (y además llegaba tarde a una reunión, todo hay que decirlo).
La respuesta que salió de mis labios fue un “dai krap” (ok) casi imperceptible. Tomé asiento en un sillón confortable y, tras envolver mi cuello y hombros con una pequeña tela impermeable, depositó suavemente mi cabeza en el lava cabezas (lo siento no he encontrado un nombre menos soso que ése).
A partir de ahí me sumergí en una nueva experiencia, un nuevo ritual difícil dejar atrás en el recuerdo, echó el champú y sus manos empezaron a masajear dulce pero enérgicamente mi cuero cabelludo, mi cabeza, mi cuello, una y otra vez durante varios minutos, que me hicieron entregarme de nuevo al vacío mental, el mayor placer que se puede encontrar en un día normal de trabajo y estrés, en una ciudad como Bangkok, con un tráfico que hace que el peatón desee colgarse de los cables de la luz para poder caminar sin sobresaltos… Imposible pensar, relajarse o recordar, cuando se va caminando por la ciudad, tampoco cuando se conduce, y seguramente menos aún cuando se va de pasajero en un taxi o autobús…
Tras el masaje vino el aclarado y… ¡otra sesión de champú y masaje!, ¡y otra más!, hasta 3 veces… A esas alturas yo ya había enviado un mensaje para retrasar la reunión al tiempo que había apagado el teléfono.
Tras esos 3 interminables enjabonados, masajes, y aclarados, envolvió mi cabeza con una toalla a modo de marajá y me invitó a retornar a la butaca de barbero, donde comenzó el ritual de afeitado con la navaja, pero en esa ocasión, después esos minutos de éxtasis mental a modo de preliminares había conseguido que me entregará más que nunca, podía cortar con la navaja por donde quisiera, ya no importaba una oreja más o menos, la entrega era total, si es que lo podía ser más aún.
Tras el afeitado siguió el correspondiente masaje, pero en este caso un poco más largo, quizás para acentuar aún más mi agonía y tristeza cuando dejara la barbería camino del caos…
Estaba aún exhorto en el masaje, con mis ojos cerrados, mi mente en blanco, pensando que ya lo había visto todo, o mejor dicho, que ya lo había sentido todo, cuando tuve una sensación nueva, intensa, brutal… Noté como algo alargado y firme se introducía por mi orificio, como entraba y salía, como giraba en mi interior, no podía abrir los ojos, no quería abrirlos! La sensación era indescriptible, de entrega total, no podía moverme. En apenas unos segundos que se me hicieron también eternos, noté por fin como salía de mí y respiré de nuevo, pero no por mucho tiempo, pues al momento Mod, mi barbera favorita, tomo otro bastoncillo de algodón y atacó mi oído izquierdo… tras ello… unos minutos más de suave masaje en mi cuello para liberar tensiones … y la temida despedida.
La experiencia había durado algo menos de una hora y me había costado la friolera de 120 bahts, unos 3 Euros, pero había sido inolvidable. Bueno, de no ser por las siguientes veces que visité a Mod para cortarme el pelo, y las veces que aún hoy lo sigo haciendo, cuando mi pelo lo necesita, aunque ahora vivo a unos 20 Kilómetros de la barbería y para el afeitado me tengo que conformar con mi máquina de afeitar eléctrica.
Retorno con mis disculpas a los blogueros que me siguen (a los dos), y mi promesa de intentar volver a alegrar sus vidas o devolverles el dinero…
Como ya sabéis Tailandia es famosa por sus masajes, pero seguro que no sabías de esta variedad, llamada “Chang Massage”, o masaje del elefante.
No, nada que ver con Shin Chan y su “trooooompa!”. Se trata de un masaje proporcionado con la trompa y las patas de un elefante de verdad, y se puede disfrutar en muchos de los parques de elefantes que hay repartidos por toda Tailandia.
Solo hace falta algo de valor y una toalla, ah! y un elefante, claro.
No sé si vale o no la pena dárselo, pero os garantizo que vale la pena ver como se lo dan a otros.
De todas formas, como me gusta probarlo todo (ejem, casi), le pediré a mi amigo Tiburcio, el elefante, que me de uno, pero antes de salir de copas por si acaso…
Hablando de masajes, mi amigo Lucas Candola, tuvo una curiosa experiencia cuando acudió a un pequeño salón de masajes, situado en los bajos de una destartalada casita de madera.
Pasó por delante y, como nos suele suceder en Thailandia, cuando no vamos estresados de trabajo y tenemos tiempo, (y también cuando vamos estresados de trabajo para quitarnos el estrés) se dijo a sí mismo, ¿porqué no?
Una vez dentro, una simpática y joven masajista le dio la bienvenida (y una toalla) y desapareció de la sala, dejándole intimidad para desprenderse de su ropa, paso previo a desprenderse de su estrés, preocupaciones y dolores con un reconfortante masaje de aceite.
Minutos más tarde apareció de nuevo la amable muchacha y comenzó el masaje, él se relajó, cerró los ojos y se dejó llevar por los suaves y precisos movimientos de su anfitriona.
De pronto le pareció oír voces y abrió los ojos, ante él y a modo de tribuna, una pareja de ancianos había situado dos sillas y no perdían detalle cual partido de tenis, del desarrollo del masaje… Resultaron ser los padres de la chica, los cuales como buenos padres estaban orgullosos de lo bien que trabajaba su hija, y no quisieron perder detalle de su debut ante el toro (y no lo digo por los cuernos, Lucas).
Otro amigo, Alonso Bando, me contaba hace un tiempo una experiencia cuanto menos curiosa… Durante sus vacaciones en una de las preciosas islas de Tailandia, decidió meterse en una pequeña cabaña que ofrecía masajes a buen precio.
En unos minutos se encontraba ya cómodamente sentado en una butaca y le estaban dando un relajante masaje en la cabeza (no empecemos a pensar mal, que yo a las cosas las llamo por su nombre).
La chica estaba de pie detrás de él, inclinada sobre su cabeza entregada a su labor, Alonso estaba en la gloria, pero de repente empezó a notar una presión constante bajo su cuero cabelludo.
Pensó para sí que debía ser una nueva técnica de masaje relajante y esperó, y esperó,… y esperó… hasta que al cabo de unos minutos y extrañado abrió los ojos y giró un poco la cabeza, justo para poder comprobar que la masajista … ¡Se había dormido con las manos apoyadas sobre su cabeza!
La siguiente anécdota le sucedió a un amigo que en este caso me pide que no lo nombre, así que pondré solo sus iniciales.
F.E.O. estaba en la estación de autobuses de una pequeña ciudad asiática y su autobús no salía hasta 2 horas más tarde, por lo que decidió darse un masajito tradicional en el establecimiento de la estación.
Al entrar, una guapa y esbelta señorita preguntó a FEO si quería que le diera el masaje ella misma o la otra chica, señalando a una chica digamos “muy simpática” pero poco agraciada. Como a nadie le amarga un dulce, la elección no le pareció difícil y lanzó un “You!” que despertó de golpe a todos los obreros que estaban haciendo unas reformas en la estación de autobuses…
Subieron ambos (sin los obreros) a una amplia planta superior donde en ese momento no había nadie más, se puso el pijama, y empezó el masaje.
Ella le explicaba que era profesora de masajes y, por lo que me contó, debía ser cierto, pues el masaje estaba siendo realmente muy bueno, le contó también que era la encargada del establecimiento, que tenía un novio Ruso, que se habían peleado,…
Llegados a este punto, FEO estaba ya tan relajado que se quedó completamente dormido. No sabe cuanto tiempo, sólo sabe que tuvo un sueño muy dulce y que despertó con la masajista con la boca llena y entregada a los placeres de la carne magra, como diría mi amigo Fernando Blado (nada que ver con FEO, al que respetando su voluntad ya he comentado que no nombraría).
Inicialmente se quedó blanco del susto, pero siguiendo las indicaciones de la masajista: “rilak”, “salip” (relájate, duerme), y viendo que no había nadie más en toda la planta, pensó “Qué Coño!” y cerró los ojos de nuevo…
Finalizadas las 2 horas de masaje y a punto de perder el autobús, a FEO aún le quedaría una sorpresa más. Pensó que la broma seguramente le costaría cara, pero al menos se había quedado la mar de relajado… Entonces la masajista le pidió si por favor le podía dar una propina de 40 bahts (¡algo menos de 1 Euro!) En ese momento notó un ligero cambio en el tono de voz de la masajista, volviéndose mucho más grave… Empezó a fijarse con más detenimiento, y llegó a la conclusión de que quien le había dado tan placentero masaje había sido un Ladyboy… ¡Ahí sí se debió quedar blanco de verdad!
Después de los manifestantes amarillos, rojos y azules, ¿Estaremos ante una nueva oleada de manifestantes paquidermos con camisetas blanquinegras?
Por ese motivo y en apoyo a su causa, hoy voy a copiar una de las instructivas entradas de su, en este caso sí, prólifico Blog, Asiabudayrollitosprimavera , aun a riesgo de tener que invitarlo a un barril de cerveza durante mi próxima visita a su tierra adoptiva, Singapur:
“
Después de la frase “¡socorro! Me estoy ahogando”, las frases más útiles en cualquier idioma son las que tienen que ver con el lenguaje del amor.
www.learningthai.com es una dirección muy útil para los interesados en aprender thai. Entre los materiales que presenta, no podía dejar de incluir el lenguaje del amor. Allí pueden encontrarse las tradicionales: “te amo” (“phom rak khun”) y “te hecho de menos” (“phom kitthüng khun”). Quien compuso la página estaba pensando que el amor en el siglo XXI es una historia de catorceañeros pidiendo una cita catorceañeras (ellas nunca toman la iniciativa, evidentemente) que tienen que estar de vuelta en casa a las nueve. Así es como a las thailandesas les gusta pensar que es el amor, aunque la verdad sea mucho más dura. Por si hay algún catorceañero entre los lectores que piense visitar Thailandia y tener una cita de aquellas, aquí incluyo algunas frases útiles:
- ¿Puedes ser mi novia? = “Pen faeen phom day may?”
- ¿Te gusto? = “Khun chØØp phom rü plaao?”
- Me gusta tu sonrisa = “Phom chØØp roi yim khong khun”
- ¿Puedo conocer a tus padres? = “¿Phom pai phop pØØmaee khun day may?”
La selección de frases para los más cursis no tiene desperdicio:
- Pienso en ti toda la noche (bueno en función del tono, puede ser la frase de un cursi o de un salido) = “Phom kit thünh khun tang khün”
- Eres mi ángel = “Khun khüü nang fa khong phom”
- Quiero ver tu cara todos los días = “Phom yaak hen naa khun thuuk wan”
- Mi corazón es tuyo = “Hua jai khong phom pen khong khun”
- Tus ojos son tan hermosos = “Duang taa khong khun suaay maak”
A veces el autor no puede evitar que la realidad se le cuele de rondón en el romanticismo e incluye frases muy oídas en Thailandia, tales como:
- Te seré fiel (advertencia: todo hombre que repita esta frase más de tres veces durante el noviazgo, es que no la piensa cumplir) = “Phom ja sü sat tØØ khun”
- Dame otra oportunidad (éste es el mismo hombre de antes, después de que le hayan pillado por enésima vez) = “Hay okat phom iik krang”
En fin, con tantas frases tan bonitas, resulta inevitable que el hombre acabe diciendo: “Me quiero casar contigo” (“Phom tongkan taengngaan kap khun”). Y ahí termina el amor y empieza el matrimonio.
Después de haber hecho acopio del lenguaje amoroso thai, me dirigí a www.tagaloglang.com, que Asia es muy diversa y cuantos más idiomas se conozcan, mejor.
www.tagaloglang.com empieza también con los clásicos: Te amo (“Mahal kita”), Te echo de menos (“Miss kita”), Me gustas (“Gusto kita”), Cuídate (“Ingat ka”). Pero su autor sabe que las cosas son como son, que los hombres son unos balas perdidas que sólo se casan cuando les ponen una pistola en la sien. Así que introduce otras frases menos bonitas, pero utilísimas:
- ¿Cuándo quieres que nos casemos? (así dicho suena poco amenazador, pero el significado implícito es: “Hijo de perra, basta de darme largas. Esto es un ultimátum, o fijas la fecha antes del viernes o te vas a la mierda”) = “Kailan mo gustong magpakasal?”
- ¿Eres celosa? (esta pregunta es redundante en Filipinas. Preguntarle si es celosa es como preguntarle si tiene pasaporte filipino. La respuesta es: ¡claro que sí!) = “Selosa ka ba?”
- ¿Es celosa tu mujer? (¿por qué le interesaría a alguien saber si tu mujer es celosa?… ¡Bingo!) = “Selosa ba ang asawa mo?”
- ¿No me echas de menos? (este es un clásico, como lo es la respuesta adecuada: “Muchísimo”) = “Hindi mo ba ako na-miss?”
- ¿Por qué la estabas mirando? = “Bakit sa kanya ang tingin mo?”
- Es sólo una amiga (cuando la conversación llega a este punto, las cosas ya pintan color de hormiga) = “Kaibigan ko lang siya”.
- ¿A quién te piensas que estás engañando? (Realmente la conversación se está poniendo muy fea) = “Sinong niloko mo?”
- Ya no te quiero. Se acabó (Lo estaba viendo venir, según se estaban poniendo las cosas) = “Ayoko na sa iyo. Basta.”
Después de una conversación tan intensa, para relajarme, me metí en www.pgoh13.free.fr, que tiene un curso de malayo en 64 lecciones. Allí aprendes a decir de qué color te gustan las camisas y si el nasi goreng lo quieres con pescado o con pollo, pero ni una palabra sobre el amor. Será que en Malasia a los enamorados les basta con el idioma de signos. “
Empezamos por la última moda en sujetadores…
vvLa segunda chica nos muestra el modelo fishlivebra, el cual es muy práctico para realzar los pechos, y de tacto más suave que la silicona, además de tener la ventaja de no precisar de visita previa al quirófano. ¿Los inconvenientes? Se deben dedicar unos minutos al día para su mantenimiento y manutención, y en caso de nuevo partenaire el susto inicial al intentar meter mano sobre la ropa puede ser de órdago…
Cual hijo modélico, empezó a aplicar lo aprendido en sus clases al negocio familiar, complementándolo con lecturas de libros de anatomía y visitas a museos forenses, elevando lo bizarro a una nueva dimensión, y creando el “body pan” (nada que ver con el “body painting”). Dicho “arte” consiste en la creación de esculturas increíblemente realistas de partes del cuerpo humano terroríficamente desmembradas, esculpidas íntegramente en pan.
Listas para el consumo, dichas cabezas, brazos o pies de pan (me niego a llamarlas barras de pan), están a la venta en su panadería-galería-cámara de los horrores de Ratchaburi, a 80 kilómetros al Oeste de Bangkok, eso sí envasadas al vacío cual bandeja de canalones, o colgadas del techo mediante garfios.
Sin importar el sabor, reconozco que me sentiría un poco extraño, por no decir otra cosa, dando un mordisco a uno de los dedos de una mano de pan, o rellenando una de las cabezas con jamón serrano…
....¿Seré yo el raro?
Nota: El precio por cabeza es de 500 baths (unos 11 Euros) + Gastos de envío…
No importa cuantos galones o premios al valor tenga el oficial, si éste aparca en un lugar no permitido, llega tarde al trabajo, o es pillado infraganti lanzando basura al suelo, será obligado a llevar a la dulce Kitty donde quiera que vaya.
El responsable de esta medida, jefe de la División para la Supresión del Crimen Organizado de Bangkok, comentaba que las simples advertencias ya no funcionaban, y se ha visto obligado a instituir dicha humillación:
“Esta nueva medida espera hacerlos sentir culpables y avergonzados y de ese modo evitar que vuelvan a cometer la misma falta, por pequeña que sea”, “Kitty es un icono muy mono para las chicas jóvenes. No es algo con lo que los oficiales de policía machos quieran cubrir sus bíceps”Se sospecha que si la dulce Kitty no cumple con su papel, el siguiente paso será poner sobre los uniformes de los oficiales un liguero de Pucca y un tanga de Bugs Bunny…
A fecha de hoy y tras más de un año de implantación de estás medidas “disuasorias” puedo asegurar que no he visto a un solo oficial de policía con tan lindo brazalete, ¿Será que la medida ha calado hondo y ya no hay ningún policía que se esté portando mal en Bangkok?
...
Pues bien, después de varios años realizando gustoso este recorrido, he decidido cambiar de ruta o al menos cambiar de hotel para la próxima vez.
Como sé que os lo estaréis preguntando, os contaré como ha muerto el Mito.
Salí de Bangkok como es habitual a mediodía, y me subí al bus que me llevaría a Aranyaprathet, Aran para los amigos (y para los que nos cuesta pronunciar semejante nombre).
Llegué a Aran sobre las 7 de la tarde y en esta ocasión (ya llevaba la mochila demasiado agujereada de la última vez) decidí subirme a una mototaxi por un precio razonable, 30thb (unos 70 céntimos de Euro), la cual me llevó a mi hotel favorito, para iniciar el clásico y legendario proceso del Descanso del Guerrero…
Hasta ahí todo correcto y según lo esperado:Check in, ducha y visita al salón de masajes para encargar un masaje en la habitación para después de la cena.
Es en dicha visita cuando empecé a ver que algo había cambiado en el cuento… Lo primero que me sorprendió fue que en el amplio salón de masajes, sólo había dos masajistas y éstas eran, digamos (de forma optimista) rellenitas, entradas en años y no muy agraciadas físicamente, también había una encargada, la cual por no hablar creo que no hablaba ni Tailandés, y a la que para que entendiera qué es lo que quería, le tuve que hacer un dibujo, ¡Qué útil me ha sido el bolígrafo en este viaje, sólo comparable a lo útil de la mochila en mi anterior aventura!…
Una vez entendido que quería un masaje. ¡Qué ocurrencias tienen estos extranjeros, pedir un masaje en un salón de masajes! Llegó la terrible pregunta…
¿Cuál de las dos masajistas quiere que le de el masaje?
Realmente terrible decisión, de la que dependería mucho más de lo que podía llegar a imaginarme…
Por un lado una chica gordita, de unos 45 años, feuchilla, con semblante serio.
Por otro una chica gordita, de unos 45 años, feuchilla, con una sonrisa de oreja a oreja.
Me decanté por lo más fácil (¡Craso error número 1!), la “chica” de la sonrisa. Pensé para mí, al menos aunque no disfrutara de su belleza y sensualidad, disfrutaría de su simpatía y de la calidad de su masaje. No en broma, normalmente los mejores masajes terapéuticos tailandeses me los han dado mujeres de cierta edad, ya que suelen tener mucha más experiencia y aplican la presión adecuada en los puntos adecuados.
Esta vez me decidí por un relajante masaje de aceite (¡Craso error número 2!).
Masaje con Miss Simpatía programado a las 10 de la noche en la habitación 209.
Turno de volver a mi habitación y encargar el delicioso arroz frito al servicio de habitaciones. Y para no desmerecer de mi masajista, esta vez encargué 2 arroces, uno con gambas y otro con pollo. Para mí los dos, se entiende, no penséis mal.
Los arroces deliciosos, como siempre, y por apenas un Euro y medio los dos.
Un poco de Nintendo DS para relajar la mente, mientras veía la película Ratauille en la televisión, y a esperar un rico masaje antes de dormir…
A la hora pactada llega la “tremenda” masajista, y empieza el masaje con aceite, bueno digo masaje por llamarlo de alguna forma, ¡vaya forma de destrozar el mito del masaje tailandés! Restregando el aceite como si fuera crema bronceadora, de forma parca y repetitiva, clavándome las uñas a cada pasada, sentándose sobre mis piernas…
Cierro los ojos, no puedo creerlo, parece de chiste, ¡qué horror de masaje, realizado por qué horror de masajista! Se para, entreabro los ojos y veo como se está ¡quitando la blusa! ¡Quiero morirme! Le pregunto por señas (no habla nada de inglés ni tampoco entiende mi tailandés) que qué está haciendo, me dice que no quiere ensuciarse la blusa con el aceite, cierro los ojos de nuevo.
Me pregunta ¿Duermes?, le respondo no, sólo me estoy relajando… La realidad: estoy rezando para que no se quite más ropa.
Sigue la tortura, ahora me clava una pulsera que lleva en la mano izquierda en el cuello… cuatro refregadas más y se para de nuevo, Dios! ¿Qué irá a hacer ahora? Se está poniendo de nuevo la blusa, eso me tranquiliza. Me pregunta que qué me ha parecido el masaje, miro el reloj y no puedo creerlo, han pasado 40 minutos y he pagado 2 horas de masaje, le enseño el reloj y me mira con cara de pocos amigos, dice ok, ok, y vuelve a hacer exactamente los mismos movimientos de refriega y tortura.
Se para, abro los ojos, ¿Qué pasará ahora?, me mira sonriente y me pregunta ¿Quieres hacer el amor conmigo? Empiezo a buscar la cámara oculta ya que no me lo puedo creer… Le digo que gracias pero que no puedo, “que tengo novia”, “que tengo mujer”, “que tengo 5 hijos”, “que soy gay”,… Pone cara de no entender nada de lo que le estoy diciendo… Sigo intentándolo, “que no tengo dinero”… Eureka! Al final parece entenderme, borra la sonrisa de su cara y vuelve a su “ardua labor” de restregar aceite. Incluso cuando el bote de aceite deja derramar alguna gota del mismo, me lo restriega (el bote) por las piernas…
Al cabo de unos 30 minutos, yo ya no puedo más, quiero dormir, quiero olvidar… A su vigésima pregunta sobre si me ha gustado el masaje, le digo que sí, y que me voy a dormir.
Muy sonriente, echa el aceite al bolso y… me pide propina. Me dice que no es tailandesa, que es de la India y empiezo a entender un poco más. En ese momento veo la misma sonrisa previa a su ofrecimiento carnal y al vérmelas venir, saco rápidamente 100 baths del bolsillo y le digo hasta mañana! Se va… respiro… me duele todo más que cuando llegué al hotel, pero por fin puedo descansar.
O eso creía yo…
A eso de las 2 de la madrugada empiezo a oír ruidos como si hubiera alguien en la habitación. Asociándolo a las pesadillas que estaba aun teniendo con la masajista como protagonista, no les hago mucho caso. Vuelvo a oír ruidos media hora más tarde, y cada vez más intensos, me despierto, enciendo la luz, en la habitación no hay nadie, pienso que el trauma de la masajista me durará toda la vida, vuelvo a cerrar los ojos…
Media hora más tarde los ruidos se intensifican, pienso que es el vecino de la habitación de al lado, pero los ruidos no cesan. Enciendo la luz y veo delante de mis narices, sobre la mesa, ¡a Ratauille!
Llamo a la recepción del hotel e intento explicar lo que ocurre, “have one rat in my room”, “have one big animal”, dicen no entender nada. Consigo que vengan a mi habitación, y les hago un dibujo (desde ahora el bolígrafo ha pasado a ser mi fiel compañero de viaje). Exclaman “ahh, one lat” (que sería algo así cómo “ahh, una lata”). Les dejo con la escoba en la mano y emigro a otra habitación a intentar dormir un poco.
Son las 5 de la madrugada del lunes 17 de Noviembre de 2008, la realidad supera a la ficción, el Mito del Descanso del Guerrero ha muerto…
Descanse en Paz.
Este es Chuang Chuang, el Oso Panda macho del Zoo de Chiang Mai, que hace unos meses fue noticia porque se le sometió a un tratamiento de fertilidad, digamos un tanto peculiar.
Después de ponerle un régimen estricto de hojas de bambú para que bajara algunos kilos de más, que sospechaban no le permitían la agilidad necesaria para llevar a cabo ciertos ejercicios con su pareja, y visto que seguía prefiriendo ver la tele con una cervecita en la pata, durante varios días sus cuidadores le estuvieron pasando películas pornográficas de pandas, a fin de que se animara a cubrir a su novia Lin Hui.
He visto el vídeo, pero no os lo pongo aquí por su alto contenido erótico… Pero para los más incrédulos, os dejo una foto de uno de sus momentos más intimos. Si las películas le motivaron a auto satisfacerse con la pata es algo que no os puedo contar, ya que sería abusar demasiado de su intimidad...
Lamentablemente el tratamiento no tuvo el efecto deseado, y finalmente se procedió a inseminar a Lin Hui de forma artificial. Desde entonces Chuang Chuang no se pierde ni un estreno de las últimas producciones erótico-pandas, de Pando Sifredi, Pando Vidal, entre otros actores panda, pero a Celia Blanco y Negro no la mira demasiado…
¿Seré el único que se ha dado cuenta que este oso es gay?
El hombre de la foto, batió un record Guiness hace unos meses en la localidad costera de Pattaya. El record no era ni más ni menos que besar a 19 Cobras Reales, una detrás de otra. La verdad es que cuando oí la noticia no sabía que se trataba de serpientes, y pensé que eso de besar a 19, una detrás de otra, y encima en Pattaya, no tenía ningún mérito, ya que seguro que más de uno habría batido ese record facilmente…
Las tres mozas de la foto son modelos tailandesas desfilando para la semana de la moda de Bangkok, Bangkok Fashion Week 2008, el pasado 6 de Marzo.
Creo que si a Chuang Chuang le hubieran pasado en su momento el vídeo de este desfile de modas, en vez de los vídeos erótico-festivos de sus congéneres, hubiera estado más por la labor de satisfacer a su novia que por la de ver la televisión….
Si las noticias de hoy os han gustado, no os perdáis las próximas entradas de esta nueva sección de Tailandia Singular, pues serán más impactantes y curiosas.
Bueno el primero de ellos no ha sido producido por Thailandeses, pero me ha parecido adecuado incluirlo por la temática tailandesa de los masajes, además lo encuentro muy divertido.
El escaso diálogo es el siguiente:
Uno de los jóvenes pregunta al otro: – ¿Nos damos un masaje?
La masajista pregunta a los jóvenes: – ¿Quién va a ser el primero?
Me ha gustado sobretodo porque tanto a mí como seguro que a la mayoría de los que vivimos aquí, nos ha pasado alguna vez algo parecido… ¿O no?
El padre le dice al hijo:
- No hemos comido nada desde que escapamos del Zoo
- Tienes hambre, hijo?
En ese momento el hijo, al ver a la chica, grita excitado: – Un humano!!
A lo que el padre replica:
- Mira allá! Un elefante!
- Mira hijo, está utilizando su trompa para jugar con el agua.
El tigretón dice: – Papá, Quiero comerme su barriga!
Y el padre le contesta:
- Seguro hijo, yo voy a por su cabeza
Al final vemos el slogan del anunciante, una clínica de adelgazamiento, ¨Buena Figura, Buena vida¨
China quiere dejar atrás esta imagen romántica de cultura ancestral y quiere ponerse a la altura de los Países más desarrollados en cuanto a modernidad se refiere. Por ello, aprovechando el empuje de las Olimpiadas, y sabiendo que durante unas semanas va a ser el foco de atención internacional, ha hecho sus deberes y se ha modernizado … ¿o no?
En esta agencia, que son muy detallistas con sus clientes, les ofrecen también servicio de cattering, para hacer más soportable la espera…
Los que no han conseguido estar en la lista de espera, esperan con resignación en las ciudades, frente a las agencias de viajes.
No quiero ni imaginarme qué ocurriría si a este tipo se le rompe alguna de las botellas. Sólo de pensarlo, me duele hasta a mí…
Este hombre lleva ya dos días y dos noches frente a la puerta de una agencia, para no quedarse sin su boleto para los deportes de aventura.
Ya lo veo saltando sobre la cadena y dando un salto mortal hacia atrás, en cuanto vea abrirse las persianas de la agencia… ¿vosotros no?
Los chinos están tan emocionados con dichos deportes, que se entrenan día y noche para el momento en que les toque el turno a ellos, y puedan por fin formar parte de la modernización del País.
Esta mujer, por ejemplo, cada vez que se levanta de la cama para beber un baso de agua, aprovecha para hacer unos estiramientos…
Creo reconocer en esta foto al chico que estaba sentado sobre dos botellas. Me parece que finalmente alguna de ellas se debió romper…
Espero que os hayan gustado las fotos y que os animen a practicar deportes de aventura si es que aún no los habéis practicado…